- Atravesó el Himalaya a hombros de su padre tras la invasión china del Tibet.
- Destaca el gran sentido del humor y la humildad del líder espiritual budista.
Cuando Thubten Wangchen tenía 4 años los chinos invadieron la región del Tibet. Las fuerzas chinas secuestraron a su madre, simplemente por ser tibetana, y la fusilaron.
El pequeño huyó a hombros de su padre junto a sus dos hermanos mayores. Caminaron durante días entre las gélidas montañas del Himalaya escondiéndose bajo las piedras y los árboles.
“Muchos murieron por el camino al ser descubiertos o por agotamiento” cuenta a Teinteresa Wangchen, hoy convertido en monje y diputado del gobierno tibetano en el exilio. “Dejamos todo atrás, escapamos solo con nuestro cuerpo y nuestra alma”, añade.
La suerte les mantuvo con vida y tras un camino infernal llegaron a Katmandu, en Nepal, donde el niño estuvo mendigando durante dos años. Fue entonces cuando su padre escuchó que el dalái lama, líder espiritual de los tibetanos, se había exiliado a la India.
El padre de Wangchen no lo dudó ni un segundo y decidió emigrar junto a sus hijos hacia ese país, donde el todavía niño siguió mendigando durante siete años más.
Después de largos años pidiendo limosna, el gobierno indio llevó a cabo una campaña, promovida por el dalái lama, para recoger de las calles a todos los niños tibetanos exiliados en la India y ofrecerles una educación.
Wangchen fue uno de esos niños amparados por esta iniciativa que permitió a los menores aprender la lengua y cultura tibetana, además de inglés e hindi.
Por esto, convertido ya en un hombre, el hoy diputado tibetano muestra una gran gratitud hacia el gobierno indio. “En la India, un país libre y pobre, nos enseñaron a ser feliz teniendo mucho o poco”, tal y como sostiene la filosofía budista.
Su vida junto al dalái lama
A los dieciséis años un joven Wangchen, atraído por la espiritualidad, decidió entrar en un monasterio para profundizar sobre la religión budista. Consiguió ingresar en el de Namgyal, donde convivió durante once años con el dalái lama Tenzin Gyatso.
De él cuenta que “es un hombre sencillo, muy humano y con un gran sentido del humor, siempre con una sonrisa”. Además, es una persona “consecuente con lo que dice y piensa y no tiene ansias de poder, a diferencia de otros líderes políticos internacionales”.
La vida de Wangchen en el monasterio estuvo caracterizada por la austeridad y la espiritualidad. Junto al dalái lama y el resto de compañeros se levantaba sobre las 5 de la mañana. Después de lavarse, toda la congregación se reunía a las 6 en el templo para una sesión de meditación conjunta de unas dos horas de duración. Tras este ritual, los 200 monjes del monaterio acudían a un gran comedor donde compartían el desayuno.
El resto del día los religiosos dedicaban las horas a clases con los lamas (maestros). En estas los monjes estudiaban filosofía y memorizaban textos sagrados.
Tras una pausa para comer, la tarde era dedicada a actividades como las artes y las danzas sacras, en las que Wangchen aprendió a desarrollar cualidades como la paciencia y la concentración.
En la noche Wangchen y sus compañero budistas tomaban una cena ligera, pues, tal y como indica la tradición, "el monje debe no cenar o cenar poco". Y antes de acostarse continuaban con la memorización de textos y los rituales religiosos.
En la actualidad Wangchen es diputado del gobierno tibetano en el exilio, y como representante europeo, intenta dar a conocer en nuestro continente la difícil situación que su pueblo vive en el Tibet para que el mundo no les dé la espalda. Pese a los años de penurias que vivió durante su infancia, Wangchen muestra una actitud siempre positiva que desprende allí donde va.
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